Se habla mucho de las “guerras” verbales, principalmente a través de las redes sociales y específicamente Twitter, entre dirigentes de diversos partidos, entre mandatarios y ex mandatarios, y se advierte que ello no le hace bien al país, ni a la política, ni a las soluciones que demanda la realidad, ni a nada.
Lee uno en el libro sobre Rufino José Cuervo del escritor antioqueño Marco Mejía, cosas dichas en el siglo 19 por políticos e intelectuales de la época, y cree uno, de pronto, que le están hablando del presente. No hemos avanzado, no en conciencia.
Veamos, en la novela Cuervo, por ejemplo esto: “…héroes que se vuelven villanos, villanos que se vuelven héroes; amigos que se vuelven enemigos por una consigna política, enemigos que se reconcilian por lograr una ambición común”.
Mucho de eso parece uno ver en la política, aquí y ahora. Las cosas cambian de acuerdo con los intereses y muchas consignas se defienden en nombre de partidos y corrientes más que en nombre de una nación, de los problemas de esa nación, de lo que esa nación anhela. El gobierno vigente es malo para quienes ya no lo tienen, y los que lo tienen, no tienen tiempo de gobernar porque lo gastan defendiéndose de quienes, más que opositores, son los enemigos que antes eran los amigos.
Así que siente uno que no son las soluciones que la realidad demanda lo que importan; importa el poder. No importa tanto superar la pobreza; importa el poder. Es el poder, más que la paz, lo que importa. No se ve que el propósito sea conducir un pueblo hacia el desarrollo de modo que a nadie le falte lo esencial; la lucha es por obtener el poder no a nombre de un pueblo sino de un partido, y los partidos que se oponen no lo hacen por el pueblo sino porque no están en el poder.
No es el poder con un propósito; el propósito es tener el poder.
Luis Alirio Calle M.
@LuisAlirioCalle