Hay historias en medio de la pandemia, que nos relatan escenarios de dolor y tristeza, pero que, a su vez, dejan un mensaje de resiliencia. Es la historia de Sebastián y su hija Samantha, un joven que a pesar de haber sufrido la realidad del covid-19, ha recibido en medio de su proceso de duelo un regalo de esperanza.
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El sueño de Sebastián y Karen, luego de 3 años de noviazgo era formar una familia para brindarle a su pequeña Samantha, quien venía en camino, un hogar.
Con el paso de los días, crecía el anhelo de poder tener en brazos a su pequeña, abrazarla, eran tantos los proyectos que se iban consolidando que parecían los cimientos de una fortaleza que no tenía manera de romperse.
Pero, en medio de los planes y de los cuidados,Karen, la novia de Sebastián, comenzó a sentir síntomas similares a una gripa, situación que con 8 meses de embarazo alertó a sus familiares debido a su avanzado estado de gestación.
Karen fue remitida a un centro asistencial, donde el resultado de su prueba de covid fue positivo, ahora los médicos debían controlar el virus en su cuerpo y salvar la vida de su bebé Samantha, fueron momentos de angustia.
En medio de la incertidumbre, este joven de 30 años veía cumplido el sueño de tener a su hija Samantha en brazos, sin embargo, su felicidad no era completa, debido a las complicaciones derivadas del virus, Karen permanecía en la unidad de cuidados intensivos.
Familiares y amigos se aferraban a las oraciones, para Sebastián y la madre de Karen fueron 19 largos días, los minutos parecían desvanecerse ante la angustia del pronóstico reservado, lamentablemente, Karen perdió la batalla.
Parecía mentira que ese panorama soñado y que se pintaba como un Arco iris se había nublado de un momento a otro.
A pesar de que este fuerte remezón puso a Sebastián y su familia contra las cuerdas, con el paso de las semanas, y sin olvidar la memoria de Karen, han comenzado a dibujar nuevamente un panorama distinto, en la sonrisa y en la profunda mirada de el que, ahora es el motor de sus vidas.
En el corazón de esta familia, la pandemia ha dejado una cicatriz marcada por el dolor y que no tendrá manera de borrarse, pero que, sin duda, ha sido tatuada con un regalo de esperanza.