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Cada primer trimestre del año algunos territorios se enfrentan a diversos periodos de contingencia por la calidad del aire. El cambio de temporadas entre febrero y abril y en octubre y noviembre, jalonado por los vientos alisios, impiden que los gases contaminantes se puedan disipar por la baja nubosidad y las escasas corrientes de aire.
La topografía del Valle de Aburrá, conformada por montañas a lado y lado, sumado a las nubes bajas de esta temporada climática, forma una especie de hoyo e impiden que las partículas contaminantes del aire, emitidas por la actividad industrial y vehicular, se dispersen.
Sobre el territorio se concentran partículas contaminantes denominadas PM 2.5, y son hasta 100 veces más delgadas que un cabello humano. Estas son producidas por fuentes fijas, la industrial y móviles, el transporte, de ahí las restricciones al funcionamiento de estos servicios.
Para valorar la calidad del aire y la cantidad de partículas 2,5, están las estaciones de monitoreo, distribuidas de forma estratégica en el territorio, que muestran algunos indicadores sobre los cuales las autoridades se basan para tomar las medidas respectivas.
