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Recesión económica, pandemia, crisis política y hasta racismo han sido los ingredientes perfectos para las marchas de protestas globales. En esta esquina del mundo, Suramérica, cada uno a su manera, reclama el básico concepto constitucional de dignidad: “vivir como quiero vivir”.
¿Qué pide ahora esta esquina del mundo? Suramérica ha sido objeto en los últimos días de distintas protestas. Chile vive intensas manifestaciones por cuenta de un plebiscito con miras a redactar una nueva constitución que derogue la anterior carta magna adjudicada al dictador Augusto Pinochet.
Argentina mostró su rechazo al FMI, por un préstamo de 44 mil millones de dólares que dejaría al país sumido en una gran deuda.
Bolivianos en condición de discapacidad marcharon, para llamar la atención sobre la crisis económica que están padeciendo a causa de la pandemia y exigieron un bono anual de solidaridad.
Mientras tanto, en Colombia, las distintas marchas han hecho lo propio también. La más reciente, protagonizada por la Minga indígena que llegó a Bogotá con unos mensajes claros al Gobierno Nacional. Engrosando el grupo de manifestantes, ahora se unen los maestros, que aterrizan con su pliego peticionario.
En medio de tanta protesta global, somos el único país que convierte sus manifestaciones en “paro nacional”.
Respecto de este tema, alguna vez dijo Alberto Lemus: “grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta”.
La protesta, aunque de validez constitucional, para algunos mortales es justa y para otros injusta. ¿Tanto clamor junto colapsará la ya desgastada institucionalidad de los pueblos suramericanos?, ¿Qué pedirá ahora esta esquina del mundo?
