Pico y placa Medellín

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Tristeza y rabia en despedida a Yesica

Rosalba Bedoya, madre de Yésica, recordó a su hija como una niña alegre, juiciosa y aplicada. “No me había perdido ningún año”, dijo.

Una gran pesadumbre reflejaban ayer quienes despidieron a la pequeña Yésica Úsuga Bedoya, la niña de once años que fue asesinada en extrañas circunstancias en el barrio Jardín de la Comuna 3 Manrique, nororiente de Medellín.

Y no era para menos. La niña murió el jueves en la mañana, diez horas después de ser asfixiada y violentada sexualmente, al parecer, por un hombre de 26 años que fue capturado por las autoridades cuando, por poco, es linchado por un grupo de hombres que lo acorralaba, según lo indicó el general Yesid Vásquez Prada, comandante de la Policía Metropolitana.

“Uno lo veía en la calle y no se le veía cara de ser así tan malo. Dicen que tira v icio, pero no más”, dijo una tía de la menor.

Según la hermana de la niña, quien la acompañaba minutos antes del fatal desenlace, Yésica cayó en la trampa de un hombre que la llamó desde un segundo piso la noche del miércoles. “Yo pensé que la necesitaba para hacer un mandado. Nosotras salíamos del café internet. Entonces Elkin la llamó por la ventana. Yo me fui para la casa y ella nada que llegaba. Me fui a buscarla con una amiguita. Un vecino nos dijo que estaba todavía en esa casa, entonces un señor le chifló y él se asomó por la ventana. Le preguntamos por ella y él dijo que si queríamos entrar. Yo le dije que sí, entonces él se entró y se demoró diez minutos antes de abrir la puerta, que porque estaba desnudo. Entramos y la buscamos por todas partes, debajo de las camas, en el chifonier y cuando la fuimos a buscar en el baño, él se paró al frente y no nos dejaba entrar. Yo le dije Elkin, Elkin, déjeme entrar, ¿usted qué le hizo a mi hermanita? Y él decía que no. Pero yo le alcancé a ver un pie por entre la puerta y nos entramos a la fuerza, corrimos la cortina de donde uno se baña y ahí estaba mi hermanita, con una cabuya amarrada del cuello, inconsciente y sin ropa”. De inmediato, la menor fue trasladada al hospital San Vicente de Paúl, donde murió al día siguiente.

Durante el sepelio, Rosalba Bedoya, madre de Yésica, no dejó de preguntarse una y otra vez: “¿Cómo puede ser que sigan pasando estas cosas? ¿En un barrio tan calmado quién se va a imaginar que eso le pueda pasar a una hija de uno?”.

Yésica, quien estudiaba sexto grado en la IE Las Nieves, la tercera de cuatro hermanas, fue velada en la parroquia San Pablo Apóstol y sepultada ayer a las tres de la tarde en el cementerio San Pedro. Todos sus amigos y compañeros de colegio la acompañaron hasta su última morada, portando carteles y gritando consignas como: “No queremos más niños y niñas violadas”; “No nos confiemos de nadie”; y “No a la violencia contra los niños”.

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