Antioquia masifica el uso de los tableros digitales en sus aulas. De 53 en 2009 pasará a 700 a finales de 2011. 10.000 millones de pesos es la inversión realizada en esta herramienta.
Juan Carlos Castaño, profesor de la Escuela Normal de Amagá, dicta clases a alumnos con necesidades especiales, comúnmente conocidos como difíciles. En pocas palabras, aquellos que sufren por falta de atención y mala conducta, culpa de su hiperactividad, indisciplina, altanería, entre otras actitudes. Para captar la atención de los alumnos, el docente soñaba con algo que lo ayudara. Por suerte ese algo llegó a su escuela.
En las aulas de la Normal entraron en funcionamiento dos de los tableros digitales entregados por la Gobernación como parte del proyecto Antioquia Virtual Siglo XXI. Desde entonces, gracias a la interactividad y los recursos audiovisuales, la atención en clase de los alumnos es constante. Uno de los estudiantes dice que aprender ya no es una tortura sino una experiencia entretenida. Y son tantos los recursos de un tablero semejante que cualquier cosa puede pasar en las clases.
De acuerdo con Humberto Díez Villa, secretario de Educación departamental, la práctica docente, así como el aprendizaje de los estudiantes, requiere de mejores recursos, que no sólo respondan a los avances tecnológicos del momento sino que satisfagan las condiciones pedagógicas y didácticas de los alumnos de hoy. Los tableros digitales interactivos sirven para eso.
El proyecto Antioquia Virtual Siglo XXI se inició en 2009 con la entrega de los primeros 53 tableros. A finales de 2011 se espera que en los 125 municipios de Antioquia se hayan instalado 700, con tecnología que va desde una pantalla de escritura táctil y exploración en Internet, hasta grabación de audio y guardado de trabajos en el software. Es decir que las lecciones pendientes bien pueden congelarse y retomarse en la siguiente clase, y con solo apretar un botón, una luz.
Juan Carlos Castaño encontró en esas piezas impensables hasta hace unos años la solución para que sus alumnos se vean cautivados, lelos, con la misma actitud que suelen tener frente al televisor, mientras ven una película o un partido de fútbol. Él confía que, gracias a su testimonio y el de tantos otros profesores, los docentes que todavía desconfían de las bondades de la tecnología en el aula de clase entiendan sus bondades.
“Es mejor aprender a manejar una herramienta similar a un computador que tener que enfrentarse a un grupo de jóvenes inquietos, cansados del polvo del tablero”, concluye el docente, de camisa a cuadros y dedos limpios de tiza.
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