Su nombre es Juan David y es silletero desde que tiene memoria. Sus padres le heredaron el amor por las flores, el orgullo y la tradición. Sin embargo, es ingeniero mecánico de profesión, pues reconoce que no siempre el campo puede brindar las mejores oportunidades para los jóvenes.
“Nosotros los jóvenes o los campesinos, por así decirlo, nos damos cuenta con el paso del tiempo de que la vida en el campo no es tan rentable como puede ser la vida del profesional, de todas maneras los padres de uno se esmeran por darle el estudio”, explica Juan David, quien hace parte de la sexta generación de su familia, una de las más tradicionales del corregimiento Santa Elena, y quien a través de su carrera, también ha podido combinar su conocimiento profesional con la cultura silletera.
La pasión la adquirió de Carmen, su madre, quien, a lo largo de toda su vida, reconoce que el conflicto ha tenido un impacto en la vida de los habitantes de Medellín, y a través de su actividad profesional, han adquirido un reconocimiento acerca del mundo.
“Hemos caminado del miedo a la esperanza (…) porque del miedo a la esperanza, por ese tema que Medellín vivió, y de que siempre que nosotros los silleteros hemos tenido la oportunidad de tener salidas internacionales, cuando vos decís que sos silletera ya la gente ha cambiado muchísimo ese chip que tiene del concepto de Medellín”, menciona.
Las silletas, más allá de ser icónicas en la tradicional feria de flores, también son un medio para dar un mensaje, para resaltar los valores, la cultura colombiana, pero también para poner en los ojos de quienes las aprecian, las problemáticas sociales.
Esta es sin duda una de las muchas historias que se viven en la Feria de las Flores.