Para nadie es un secreto que el cambio climático es inminente. Todos los efectos negativos dentro de nuestro planeta se deben a múltiples factores, algunos de ellos perpetrados por nosotros mismos. Los gases de efecto invernadero que van dañando nuestra atmósfera, hacen parte de estos efectos, y llegaron a un nivel de concentración nunca antes registrado.
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Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en 2021 se detectó un 149% más de CO₂, un incremento en 124% de óxido nitroso y el nivel más alto de metano con crecimiento del 262%. Los científicos asombrados con estas mediciones, afirman que es el porcentaje más alto desde hace 40 años, cuando iniciaron sus registros.
El punto crítico de la discusión en los países que se han comprometido a disminuir sus emisiones de CO₂ y CH4 (metano), es que estos gases tardan décadas, incluso siglos, en degradarse. El metano es el segundo gas en responsabilidad en el incremento de la temperatura y proviene de la explotación de combustibles fósiles, actividad ganadera y la descomposición de la materia orgánica en humedales.
Este gas también se encuentra contenido en el suelo permanentemente helado y los depósitos submarinos del Ártico, peligro inminente a ser liberados por el descongelamiento de estos bloques.
Esto hace cada vez más lejano cumplir el Acuerdo de París, donde países como China e India, que son los mayores emisores de este gas, no se acogen a él. La preocupación sigue en aumento porque en la cumbre del 2020, de 200 países que se comprometieron a mejorar la calidad industrial para disminuir la emisión de gases contaminantes, solo 24 lo han hecho, lo cual representa un mínimo porcentaje.
