Cada agosto, Medellín se llena de color, aplausos y flores, pero detrás de ese espectáculo que deslumbra a propios y turistas hay algo mucho más profundo: la historia viva de los silleteros, hombres y mujeres que por generaciones han cultivado no solo flores, sino identidad, resistencia y orgullo campesino.
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Sonríen mientras cargan hasta 80 kilos de historia sobre su espalda, caminan de manera firme, porque cada paso es memoria. ¿Su motivación?, la ovación y la alegría del pueblo.
Los silleteros no desfilan solo por tradición; desfilan por orgullo, herencia y amor. en ellos vive la herencia de la tierra.
Esta cultura no nace en las grandes tarimas ni en las avenidas, sino en la humildad de las fincas, en el trabajo honesto y silencioso.
Desde todas partes del mundo las personas vienen a disfrutar de estas mágicas flores de todos los colores, amarillas, blancas, azules, rojas, y es que todos sabemos que la excusa para decirle a una persona cuanto se le ama es con una flor.
“Casi me pongo a llorar y todo de ver lo importante que es para esta familia todo lo que conlleva esta tradición, esta marcha, las generaciones, creo que muy importante ver otras culturas. Admiro 100 % su labor y ojalá esta tradición nunca muera”, expresó Daniela Sauter, turista de Costa Rica.
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Querer a un silletero es reconocer el valor de lo auténtico. respetarlo es entender que detrás de cada silleta hay meses de trabajo, historias familiares, resistencia campesina y un profundo compromiso con Medellín.
En una época donde todo parece efímero, los silleteros nos recuerdan que hay tradiciones que no deben marchitar y que sí, el amor por lo propio también se lleva en la espalda.