Bogotá, 28 mar (EFE).- Los católicos bogotanos tienen cada Semana Santa un compromiso con el Señor Caído y la Virgen de Montserrat, una réplica de la "moreneta" catalana, que exige gran sacrificio: un Vía Crucis por un angosto camino hasta llegar a los 3.151 metros sobre los que se erige el cerro vigía de la capital colombiana.
El santuario ubicado en el cerro de Monserrate recibe cada fin de semana a miles de turistas, deportistas y piadosos, "pero en Pascua subir tiene un sentido muy especial para los católicos", dijo a Efe Rocío Moreno, una peregrina que hoy hizo esta ofrenda física y espiritual y quien la repetirá el Domingo de Resurrección.
"Nosotros hacemos penitencia subiendo y se la ofrecemos a nuestro Señor. Después rezamos en cada una de las 14 estaciones del Vía Crucis y celebramos que, después de entregarse por nosotros, el Señor resucitó", añadió.
Hay incluso quien sube a Monserrate de rodillas, descalzo o con los ojos cerrados, confiado en que el Señor Caído, esculpido en madera por el artista español Pedro de Lugo y Albarracín en el siglo XVII, concede todos sus ruegos y peticiones.
El Instituto Distrital de Recreación y Deporte de la Alcaldía de Bogotá espera que durante la Semana Santa visiten el cerro y el santuario unas 130.000 personas, para lo que ha puesto en marcha un dispositivo de seguridad en el que participan 714 funcionarios, de los que 180 son policías.
Y es que la seguridad en el monte se ha tambaleado recientemente, como lo reconoció el subsecretario de Seguridad del Distrito Capital, Édgar Ardila, al referirse a los alrededores de Monserrate como un "territorio del hampa".
Sin ir más lejos, el pasado día 10 de este mes de marzo en esa zona se registró un robo masivo a un grupo de 37 estudiantes excursionistas que fueron retenidos durante varias horas y asaltados por dos delincuentes, quienes fueron detenidos una semana después.
Por eso, de cara a la Semana Santa, las autoridades han decidido intensificar la vigilancia y también los dispositivos de socorro, con 145 médicos y rescatistas.
Además, la Alcaldía ha anunciado que no pueden hacer el ascenso niños con estatura menor a un metro, embarazadas en avanzado estado de gestación, personas con movilidad reducida, adultos con más de 75 años y mascotas.
El camino tiene ahora capacidad para albergar a 17.444 personas al mismo tiempo, por lo que también se han establecido turnos controlados de ascenso desde la madrugada hasta las primeras horas de la tarde, antes de que se ponga el sol, e incluso se han trazado rutas alternativas por el norte del cerro.
Subir a pie 3.152 metros sobre el nivel del mar no es una tarea fácil, por lo que numerosos vendedores ambulantes acompañan a los peregrinos para combatir el mal de altura con té de hoja de coca, bebidas gaseosas y tradicionales como la chicha (hecha con maíz fermentado), así como con dulce de guayaba y helados.
Los feligreses también pueden llegar al santuario, construido en 1640, a bordo del teleférico o del funicular, y rezar a Nuestra Señora de Montserrat, una réplica de la "moreneta" de Barcelona.
Fue Juan de Borja, un noble nacido en Valencia (España) que en la época de la colonia ejerció como presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, quien mandó construir la ermita y el monasterio de cartujos sobre el que después se levantó el santuario.
A causa de tanto uso durante siglos, el sendero comenzó a deteriorarse por la erosión, las fuertes lluvias, los ascensos masivos de visitantes y los desprendimientos.
Por ese motivo, la Alcaldía decidió cerrarlo y mejorar sus condiciones, en lo que invirtió más de 2 millones de dólares, y tras dos años de arreglos reabrieron el camino.
El pasado Domingo de Ramos, unos 10.000 peregrinos pusieron a examen el estado del sendero y probaron que, en este caso, la fe no mueve montañas.
Ana Gómez