Se estima que el 5 % de los enfermos por coronavirus requiere respirador artificial. Aunque el porcentaje puede parecer bajo, cuando se habla de miles de infectados al mismo tiempo como ocurre con la pandemia, el asunto se convierte en el principal problema pues la oferta de equipos no alcanzan para atender la alta demanda. Otro agravante es el déficit de intensivistas capaces de manejar los equipos.
El problema de falta de respiradores artificiales para atender la pandemia no es exclusivo de los países del tercer mundo, los desarrollados también lo padecen, ningún sistema de salud ha logrado soportar la alta demanda y a algunos les ha tocado decidir qué pacientes conectar y cuáles no, diferencia que normalmente significa la vida o la muerte.
Y es que los respiradores artificiales se han convertido en la última esperanza para miles de pacientes contagiados por el COVID-19, virus que crea una especie de membrana que impide que el oxígeno pueda traspasarla, generando una insuficiencia respiratoria que solo puede ser solucionada con ventilación mecánica proporcionada por estos equipos que hoy escasean en todo el mundo.
La carrera de cientos de países por comprar respiradores artificiales para salvar la mayor cantidad de vidas posible, ha llevado a que diferentes industrias comiencen a producirlos, incluso algunos fabricantes de automóviles y de aspiradoras.
