Allen vs. Farrow, una serie documental que revive las polémicas en torno a Woody Allen

Las acusaciones de pedofilia y abuso sexual a menores persiguen a Woody Allen desde la década de 1990 cuando al separarse de la actriz Mia Farrow, esta lo acusó de haberse propasado con la hija de ambos, de cuatro años de edad. Tampoco ayudó que Allen terminara casándose con la hija adoptiva de Mia, Soon – Yi Previn, cuyas relaciones comenzaron cuando esta no alcanzaba la mayoría de edad.

Sobre dichas alegaciones y con un buen trabajo investigativo y forense vuelve la serie Allen vs. Farrow, de HBO, que plantea serias dudas en la tan mentada absolución que por parte de la justicia de dos estados norteamericanos, se jacta Woody Allen de haber sido beneficiado.

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El neoyorquino no fue llevado a juicio, existiendo certezas razonables para su procesamiento, por algunas inconsistencias en las declaraciones de la víctima Dylan Farrow, o para no revictimizarla al someterla a testimonio ante un jurado. Tampoco se le habría procesado porque la ciudad de Nueva York perdería uno de sus atractivos turísticos y económicos, promocionados hasta la saciedad en los filmes de Allen como Annie Hall o Manhattan.

La defensa del cineasta radicó en que todo obedecía a una venganza de su exmujer despechada y que esta habría enajenado la mente para plantar la idea del abuso sexual a la pequeña Dylan.

Woody Allen se convirtió en otro de los ídolos derribados del movimiento Me too con el que muchas actrices y actores denunciaron violaciones y abuso sexual en 2017, llevándose en el camino a íconos como Harvey Weinstein, al actor Kevin Spacey, o al comediante Bill Cosby.

Como consecuencia los últimos filmes de Allen no se estrenaron en Estados Unidos. La casa editorial que iba a publicar sus memorias se retractó de hacerlo. Amazon rompió un acuerdo que tenía con el director para financiar sus proyectos. Varios de los afamados actores y actrices que trabajaron con él lo repudiaron, se negaron a volver a rodar con este en el futuro y donaron los salarios obtenidos en sus filmes a obras benéficas.

De hecho, el cine de Woody Allen decayó con los años. De pasar a escribir y filmar una película al año, no se anota un éxito de taquilla o de crítica, desde Blue Jasmine, en 2013. Sus películas se repiten con viejas fórmulas: relaciones caóticas, triángulos amorosos, mujeres llevadas al extremo, abuso de sustancias. Todo ello edulcorado con citas filosóficas y menciones de autores para generar un aura de intelectualidad o supuesta erudición.

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No se pierde de nada al no admirar el cine de Woody Allen. El propio director dijo que solo salvaría diez de sus más de cincuenta títulos, para tirar el resto a la basura. Además, ochenta y cinco años luce como la edad apropiada para el retiro del cineasta. “Culpable en Estados Unidos, inocente en Europa”, reseñaba una publicación al anotar que Allen todavía es admirado en el viejo continente, donde sus filmes se siguen estrenando en festivales y concursos. Habrá que esperar el veredicto que sobre él emita la historia.