La Navidad en Colombia ya no se vive como antes, es lo que plantean algunos sociólogos. En la última década, las luces, los villancicos y los juegos en la calle han ido cediendo espacio a las pantallas, la tecnología y nuevas formas de celebración que reflejan un cambio profundo.
Durante años, diciembre significó para muchas generaciones jugar trompo, yermis, escondite o fútbol en plena calle, compartir natilla hecha en fogón y esperar la medianoche rodeados de vecinos.
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Hoy, esas escenas son cada vez menos frecuentes. Las calles están más vacías y las reuniones familiares, más cortas. En su lugar, los celulares, los videojuegos y las plataformas digitales se han convertido en protagonistas de la celebración.
“Cada vez más el asunto de elementos tecnológicos pues va ganando presencia y eso hace que la forma de celebración también sea diferente ¿cierto? Nadie va a salir a medianoche a jugar con un instrumento que puede usar en su casa, no es lo mismo, entonces, el encuentro alrededor de compartir el traído no es un asunto en el espacio común sino en el espacio virtual”, explicó Diego Ríos, sociólogo e investigador de cultura y de patrimonio.
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Las videollamadas han reemplazado los abrazos a distancia y los regalos digitales, como suscripciones o dispositivos electrónicos han desplazado los juguetes tradicionales.
Expertos e investigadores coinciden en que la transformación responde a varios factores, sin embargo, a pesar de los cambios en la composición de las familias, los cambios en las formas de habitar, persiste la unidad y el compartir.
“Ese asunto de que la familia se reúna sigue estando, aunque de formas muy diferentes, un poco más alrededor de la cena, un poco más privada, menos el asunto comunitario o la familia extensa que era muy tradicional hasta finales del siglo pasado”, añadió el profesional.
Sin embargo, no todo es un cambio negativo. La Navidad en Colombia no desapareció, se transformó. Cambió la manera de celebrar, pero mantiene su esencia: reunirse, agradecer y compartir. El reto ahora es no dejar que la tecnología apague del todo la memoria colectiva de una Navidad que, alguna vez, se jugó en la calle y se vivió en comunidad.
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