Moscú, 13 ene (EFE).- Cuando más parecía haberse enfriado el ánimo opositor de los rusos, el Kremlin dio un nuevo motivo para que vuelvan a salir a las calles, y eso hicieron hoy miles de ciudadanos que protestaron contra la ley que prohíbe a los estadounidenses adoptar niños en Rusia.
Una ley denostada por la mayoría de los intelectuales, periodistas y columnistas, organizaciones sociales y otros representantes activos de la sociedad civil rusa, aprobada en represalia por la decisión de Washington de sancionar a funcionarios rusos responsables de graves violaciones a los derechos humanos.
Los 11 grados bajo cero de temperatura en Moscú no frenaron a los descontentos, que recorrieron hoy el centro de las dos principales ciudades del país, Moscú y San Petersburgo.
En la marcha que recorrió Moscú desde el Bulevar Strastnói hasta la Avenida Sájarov, donde se celebró un mitin, hubo 9.500 manifestantes, según la policía, mientras que Serguéi Udaltsov, uno de los líderes de la oposición no parlamentaria que convocó la protesta, dijo que eran 30.000, y la mayoría de expertos, unos 15.000.
El habitual "misterio" sobre el número real de personas que participan en las protestas contra el Kremlin en Moscú podría ser resuelto gracias al ingenio de algunos activistas, que aseguraron a la agencia Interfax no pertenecer a la organización.
Apostados al lado de los detectores de metales que tienen que atravesar todos los manifestantes, los activistas se valen de un contador electrónico que gracias a un botón contabiliza a todas las personas que se suman a la marcha.
En cualquier caso, fueron más de 100.000 los que firmaron a favor de disolver la Duma (cámara baja del Parlamento ruso) en el marco de una campaña iniciada por el periódico opositor ruso "Nóvaya Gazeta" después de la aprobación de la ley.
En la capital rusa, la mayoría de los manifestantes portaron pancartas contra la denominada Ley de Dima Yákovlev, un bebé ruso adoptado por una familia estadounidense que se asfixió en un coche donde fue olvidado por su padre adoptivo, hecho que sirvió de pretexto para sacar adelante la norma.
Muchos enarbolaron los retratos de los diputados que votaron a favor de lo que los manifestantes, en oposición a los legisladores, han llamado como Ley de los Huérfanos.
Otras dos mil personas, según la oposición, participaron en un mitin en San Petersburgo, la segunda ciudad de Rusia.
"Hemos sido inmersos nuevamente en los tiempos de la inquisición. Sólo nos queda quemar personas. Vivimos en una época de mala voluntad de nuestro Gobierno hacia su propio pueblo", lamentó el director de cine Eldar Riazánov, uno de los cineastas más queridos por todos los rusos.
Días antes de la marcha, otras dos estrellas del cine soviético, Liyá Ajidzhákova y Oleg Basilashvili, se solidarizaron con la protesta.
"Si aguantamos esto, si no vamos al mitin, entonces somos esclavos", señaló Ajidzhákova.
El cineasta y director de teatro Vladímir Mirzóyev dijo, por su parte, que "es la ley de Herodes, la ley de los miserables, y si no protestamos deberemos responder ante esos niños inocentes, niños minusválidos, que no pueden alzar la voz para defenderse".
Esta ley, que evidenció disensiones incluso en el seno del Gobierno, fue promulgada por el presidente ruso, Vladímir Putin, y entró en vigor el 1 de enero de este año.
La prohibición fue la respuesta rusa a un acta estadounidense aprobada recientemente que impone sanciones, como negación de visados y congelación de activos, a funcionarios rusos presuntamente implicados en la muerte en prisión del abogado ruso Serguéi Magnitski, en 2009.