Si hablamos del legado silletero, hablamos de vidas sembradas con amor, de raíces profundas que no se marchitan con el tiempo, por el contrario, florecen como los geranios y crisantemos. Y si hay un nombre que lo encarna con el alma, es don Miguel Ángel Atehortúa, el silletero más longevo de Medellín, tiene 102 años, un corazón que sigue floreciendo y un apellido de esos bien silleteros.
Miguel fue uno de los pioneros del desfile. Cuando no existían escenarios ni aplausos, él ya caminaba con las flores al hombro, representando la dignidad del campesino antioqueño. Hoy, aunque los años pesan, no tanto como una silleta, la vida le sigue regalando momentos de profunda emoción, ver a sus bisnietos y tataranietos convertirse en silleteros.
Su legado florece en su familia, en cada paso que dan sus descendientes con la silleta al hombro, cada aplauso es un aliento para su alma.
Su historia es herencia, orgullo, y la prueba de que en Medellín, la cultura silletera se lleva en la sangre y condenada benévolamente a ser eterna.
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