En Medellín, la fe también se saborea. Las empanadas de iglesia son más que un antojo, son una tradición que une a los barrios, fortalece comunidades y mantiene viva la labor de las parroquias.
Las iglesias de Medellín se han erigido, literalmente, a punta de las mejores empanadas, de fe y de convites.
Son pequeñas, crujientes y doraditas, estos manjares de iglesia no solo se disfrutan por su sabor, sino por todo lo que representan: una tradición barrial que se vive después de misa, al calor de una conversación y el compartir entre vecinos.
Cada barrio tiene su toque, en San Joaquín son famosas por su masa con yuca, en Conquistadores su sabor lo da la papa bien sazonada y en Villa Hermosa el secreto lo tiene Carmen Guerra con sus guisantes; desde hace más de 20 años ellas las vende y se han convertido en una tradición viva de la comunidad.
Estas empanadas son más que un antojo, son la muestra de que unidos y un toque de fe, se pueden levantar grandes sueños y muchas iglesias.
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Dicen que estas son las mejores empanadas de iglesia
Mejores, mejores.