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Este 30 de noviembre Medellín participó masivamente del homenaje que se realizó en el Atanasio Girardot a las víctimas del vuelo LMI 2933.
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En la mañana,como cualquier dia de final futbolera todo se preparaba en el Estadio Atanasio Girardot.
Temprano en la tarde, las unidades de Policía se enteraban de su papel custodio durante el evento.
La transmisión de televisión ajustaba los últimos detalles técnicos, la información y las notas previas en lo que sería la disputa por los primeros noventa minutos de la final suramericana.
Pasado el mediodía en las afueras del escenario, lentamente una multitud de hinchas del fútbol aparecieron por todos los frentes.
La mayoría no cargaba banderas, cambiaron las caras pintadas por rostros lavados de humanidad, los ruidosos pitos de las bubuselas quedaron archivados para darle paso al silencio del luto.
A las 6:45 de la tarde, hora oficial del partido, parecía que todo estaba allí.
El estadio lleno, las directivas de la conmebol, en las afueras el equipo local luchaba por entrar.
La multitud de amantes del fútbol no permitían su ingreso, una vez adentro hasta los himnos sonaron.
Las palabras de las autoridades se escucharon, pero seguía faltando algo, en esta final no había rival.
La mayoría de sus jugadores se saltaron el paso de disputar la final para ir directamente a la gloria.
Cada asistente vivió el momento a su manera. Velas, flores, globos, cánticos, lágrimas… esa noche no habría final.
No se entregaría una copa, no se intercambiarían camisetas, no habría análisis de los noticieros de lo que fue y no fue.
Esa noche no será recordada por su fútbol brillante. Será la noche que permanecerá en la memoria de los miles de asistentes y millones de televidentes, que sintieron como propia, la partida de los 71 ocupantes del vuelo LMI 2933.
