María Inés Restrepo Jaramillo tiene algo que muy pocos pueden decir con tanta tranquilidad: ha vivido más de un siglo, y lo ha hecho con amor, con fe y con una paz envidiable. Nació en Jardín, Antioquia, un pueblo de montañas verdes y flores eternas, “hace cien años con un año”, como ella misma lo dice entre risas. Hoy, a sus 101 años, recuerda su vida con gratitud, mientras disfruta la tranquilidad de una casita cerca al parque de Villa Hermosa, en Medellín.
“Lo mejor de vivir en Villa Hermosa es que es muy agradable, muy bueno. No es muy peligroso y tiene un clima bueno”, cuenta con la serenidad de quien ya ha visto pasar muchas cosas. En este barrio ha vivido casi 90 años. Ha sido testigo de los cambios, de las generaciones que crecieron, de las calles que se llenaron de historias, pero lo que más valora es la gente: “La gente es muy acogedora, muy querida. Tengo muchas amigas.”
María Inés habla con cariño de su vida familiar. Es madre de ocho hijos, y lo que más la hace feliz hoy es la unión entre ellos, la paz que reina en su familia y el hecho de tener una casita propia donde puede vivir tranquila. “Eso es lo que a mí me hace feliz”, dice con firmeza.
Y es que su vida ha estado marcada por el amor. Recuerda con devoción a Antonio, su esposo, a quien describe como “la persona más perfecta del mundo”. “Me supo comprender. Vivimos muy bueno toda la vida. Por ahí más de 55 años. Vivimos juntos.” Esas palabras no solo revelan una historia de amor duradera, sino también una complicidad construida con paciencia, respeto y cariño.
Tiempo después, Antonio le dijo: “Me voy a morir a Jardín, a la tierra mía. Me voy con Inesita”. Y así fue. Juntos volvieron a ese pueblo querido, donde tuvieron una casita y lo necesario para seguir compartiendo sus días.
Pero hoy, María Inés vive cerca al parque de Villa Hermosa, un lugar que describe como bonito y espacioso, lleno de árboles hermosos y con una iglesia muy significativa dedicada a la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Este templo no solo es un símbolo de su fe, sino también un reflejo de los valores que ha defendido durante toda su vida.
Cada noche, antes de dormir, María Inés repite una oración sencilla pero poderosa: “Ay Dios mío, si amaneceré”. Y cada mañana, al despertar, dice con el corazón lleno de gratitud: “Ay, gracias a Dios.”
Así vive sus días: en paz, en agradecimiento, en gracia de Dios. Su vida no necesita grandes lujos para ser grande. Ha sido rica en amor, en familia, en fe y en momentos compartidos. Su testimonio es un homenaje silencioso a la sencillez, a la ternura de las cosas pequeñas, a la importancia de estar presentes y de agradecer cada día como si fuera el último.
María Inés Restrepo Jaramillo no solo ha cumplido 101 años de vida. Ha cumplido 101 años de sabiduría, de entrega, de resiliencia y de fe. Y eso, en un mundo que va tan de prisa, es un regalo invaluable.
María Inés Restrepo: 101 años de amor, fe y gratitud
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