En las laderas orientales de Medellín se precipita Manrique, un barrio que ha vivido el peso de la violencia, pero también ha demostrado que la esperanza se cultiva en cada calle y en cada esquina.
Este territorio, que alguna vez fue sinónimo de confrontaciones armadas, hoy se reinventa de la mano de su gente.
“Es muy buena la cancha, porque hay recreación para los del barrio y de otros barrios también. Aquí viene gente de todas partes, que aquí nunca asomaba nadie, y con el torneo de fútbol se fue ambientando el barrio para que nos visitaran”, contó Jorge Tapies, fundador de la cancha de Manrique.
Hace algunas décadas, entre mangas y morros llenos de piedras, algunos líderes comunitarios empezaron a abrir espacios para que la juventud se alejara de los riesgos de la calle. Vecinos, como Jorge, recuerdan cómo, con esfuerzo colectivo, removieron piedras y adaptaron una cancha, que hoy es símbolo de encuentro y reconciliación.
“Aquí viene gente y vienen los niños del Baby Fútbol de todo Medellín a jugar a esta cancha”, agregó don Jorge.
Pero la transformación de Manrique no se queda solo en el deporte. Un líder comunitario decidió abrir un taller de formación en barbería, inspirado en su propia historia de superación.
“Empleé un método que fue mostrarles un poco de la trayectoria que había sido mi vida, entonces, al mostrarles a ellos que venir de un mundo bajo, como el que ellos en este momento están enfrentando, tratar de superarse es algo muy importante para la vida”, indicó Juan Fernando Ramírez Montoya, barbero profesional.
Hoy, las generaciones no son hijas de la violencia, sino de la esperanza. Siempre hay otras rutas para soñar. Manrique sigue siendo un territorio de memoria, que se abraza para construir un nuevo mañana.
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