Salónica (Grecia), 1 feb (EFE).- En casa de Tania no hay electricidad ni calefacción. Sus tres hijos hacen los deberes a la luz de las velas y la familia se calienta quemando madera, ramas y muebles que encuentra en la calle.
Hasta hace tres años, Tania jamás hubiese imaginado verse en esta situación: ella y su marido regentaban una ebanistería en Salónica, la segunda mayor ciudad de Grecia, y la familia ayudaba pródigamente a la parroquia local de San Athanasio donando prendas y alimentos para los más pobres. La misma parroquia a la que ahora ella acude diariamente a por comida, mantas y ropa.
"A veces mi marido hace algún trabajillo a domicilio y mi hijo mayor ayuda en la panadería a cambio de 5 euros diarios y pan. Las semanas que ganamos 50 euros son una fiesta, porque podemos poner algo de gasolina en el generador para que los niños tengan luz y comprar champú", relata.
Periódicamente, Tania y su marido salen a la calle a buscar leña que quemar en una vieja estufa, ya que tampoco funciona su calefacción central. "A veces los vecinos nos dan algo de leña, si no, tenemos que salir a buscar cosas que quemar, como muebles viejos que la gente tira", y explica: "Claro que producen mucho humo pero, ¿qué otra cosa puedo hacer para calentar a los niños?".
"Yo ya no espero nada para mí -asegura, sin poder contener las lágrimas-. Tengo 43 años, lo que haya podido hacer en la vida ya lo he hecho. Lo único que quiero es que mis hijos tengan una vida mejor".
En la pequeña iglesia de San Athanasio, el padre Georgios certifica que muchos de los habitantes del barrio "tienen dificultades para pagar" el gasóleo, el combustible más utilizado hasta ahora en los sistemas de calefacción en Grecia, debido a su alto precio.
Para cumplir con las exigencias de la troika que representa a los acreedores internacionales de Grecia, el Gobierno que dirige el conservador Andonis Samarás ha eliminado las reducciones impositivas que hasta ahora se aplicaban al gasóleo destinado a calefacción provocando así un aumento de su precio de entre el 40 % y el 60 %.
A principios de enero, el ministro de Finanzas, Yannis Sturnaras, anunció que este invierno no se extenderán los subsidios de calefacción a las familias más pobres, aparte de a los 27.000 hogares a los que ya se les ha concedido, e instó a los griegos a "ser pacientes un año más".
"Si abandonamos (la austeridad) no recibiremos el siguiente tramo (del préstamo). Hemos establecido objetivos que tenemos que cumplir. Si no, perderemos la confianza que hemos comenzado a reconstruir", explicó en una entrevista a una radio local.
Por ello los griegos buscan métodos alternativos, explica Grigoris Kakarelis, vendedor de combustibles de Komotiní, en el norte de Grecia, donde en invierno las temperaturas descienden habitualmente por debajo de los cero grados centígrados.
"Ya apenas vendemos gasóleo porque es muy caro. Los griegos se han pasado a la madera, que es lo más barato, o a los pellet (bolas de serrín prensado)", explica.
Pero la imposibilidad de hacer frente al pago de la calefacción no es una situación exclusiva de los más pobres sino que también afecta a la antigua clase media griega, a tenor de los datos que indican un descenso del 80 % en la demanda de gasóleo para calefacción.
Es el caso de Sofía Apostolidu, trabajadora de la universidad Aristóteles de Salónica con 22 años de carrera, que el año pasado vio su salario reducido un tercio hasta los 1.060 euros mensuales.
"Además, el pasado año mi marido perdió su trabajo como comercial, así que no podíamos permitirnos el gasóleo. Por eso decidimos comprar una estufa de leña", explica a Efe.
Las matemáticas para esta pareja fueron bien simples: el gasóleo para mantener la calefacción durante el pasado invierno les costó cerca de 1.600 euros, con la subida de este año les hubiese supuesto 2.700 euros. En cambio, el precio de la recién estrenada estufa ha sido 1.200 euros y la madera necesaria para hacerla funcionar durante los meses de frío no supera los 500 euros.
El problema, confiesa Sofía, es que para otras familias de su barrio, con hijos y deudas contraídas con los bancos, incluso esta cantidad es inasumible, por lo que "hay gente que quema todo lo que encuentra". "Esto es un problema serio para Salónica, porque toda la ciudad huele a humo, huele fatal", se queja.
Pero a su marido, Dimitris, le resulta comprensible: "Todos estamos buscando maneras más baratas de calentarnos, porque estos políticos quieren dejarnos congelados".