Viena, 14 abr (EFE).- Miles de sacerdotes en Europa y Estados Unidos se han unido en una llamada a la "desobediencia" de la jerarquía en la que no ven una herejía sino una advertencia: si el papa Francisco no acomete la modernización de la Iglesia, los católicos, decepcionados, la abandonarán en masa.
"La insatisfacción ha llegado hasta el núcleo, incluso hasta las capas más leales que van cada domingo a la iglesia", advierte en una entrevista a Efe Helmut Schüller, portavoz del grupo de curas austríacos que en 2011 se rebeló contra el Vaticano e inició un movimiento al que se han unido ya 3.500 párrocos en Europa y EEUU.
La llamada "Iniciativa de Párrocos" publicó en junio de 2011 un manifiesto en el que "ante el rechazo de Roma a una reforma hace tiempo necesaria", se declaraba obligada a seguir su propia conciencia y actuar independientemente de los dictados del Vaticano.
Apoyar la ordenación de mujeres y casados, dar la comunión a todos los "fieles de buena voluntad", incluso a divorciados, y permitir que también los laicos prediquen la palabra de Dios son algunas de las "desobediencias" a las que se comprometió un grupo de curas que hoy suma ya 430, el 14 por ciento del total del país.
El apoyo de unos 1.000 sacerdotes en Irlanda y EEUU, unos 700 en Alemania, más de 540 en Suiza, contactos con Latinoamérica, en especial con Brasil, y con África ha hecho de estos desobedientes la principal amenaza para la jerarquía vaticana.
El párroco Schüller, cuya rebeldía ha sido castigada con la retirada del título de "monseñor", se muestra esperanzado con que la elección de Francisco suponga el comienzo de la apertura de la Iglesia, aunque advierte de que hay fuerzas, encabezadas por el Opus Dei, que no lo van a poner fácil.
Aunque reconoce que aún no está claro si el papa quiere iniciar esas reformas, quien fuera en los años 1990 director de Caritas Austria sí considera que Jorge Mario Bergoglio "se ha impuesto una gran presión por las expectativas".
"Esperamos con interés, no queremos ser maleducadamente impacientes, pero pronto tiene que haber señales", confía Schüller, porque de lo contrario puede producirse un efecto negativo.
"Si esa esperanza queda decepcionada, van a pasar dos cosas: muchos se van a apartar de la Iglesia y quienes siguen queriendo cambios seguro que van a endurecerse", asegura.
En cualquier caso, si Francisco se decide a hacer cambios, Schüller cree que tendrá que buscar ayuda y enfrentarse a las congregaciones más conservadoras, como el Opus Dei, Comunión y Liberación y los Legionarios de Cristo.
"Está claro que para el Opus Dei (la elección de Francisco) ha sido una derrota. Pero el sistema está aún ahí, hay mucho poder y mucho dinero, hay muchos intereses. Casi que hay que tener un poco de miedo por el papa, no deja de ser peligroso", advierte.
"Desde hace décadas la administración (vaticana) está fuertemente controlada por esos movimientos", explica.
"El mayor poder del aparato consiste en no hacer nada, como tras el Concilio Vaticano II, cuando simplemente no se aplicó lo que se había acordado", recuerda.
Según Schüller, cualquiera que trate de reformar cosas en la Banca Vaticana y lo que "ahí sucede bajo la manta" va a encontrarse con gente dura "que no tiene remilgos".
Schüller anima al papa a buscar el apoyo de los obispos y convertir su sínodo en un órgano de cogobierno de la Iglesia.
En esa lucha de poder e intereses, el exvicario general insiste en que el pilar esencial de la Iglesia son las comunidades.
"Las parroquias activas son el elemento más importante de la Iglesia" y necesitan apoyo y sacerdotes disponibles, destaca.
"Si esa es la prioridad, ¿se puede uno permitir que sólo los hombres sean sacerdotes, expulsar a hombres con talento simplemente porque no están dispuestos a no casarse?", plantea, recordando que justo esos son los ejes de su llamamiento a la desobediencia.
Schüller compara el alejamiento de la Iglesia con sus feligreses con la cercanía y la accesibilidad que hace que los cultos evangélicos ganen terreno en Latinoamérica.
Quien fuera defensor de las víctimas de abusos sexuales en la diócesis de Viena rechaza que su iniciativa sea cismática y asegura que justo esa demostración de que se puede ser crítico dentro de la Iglesia ha hecho que muchos fieles no la abandonen.
Respecto a que la "desobediencia" no haya calado aún en Italia, España o el este de Europa, Schüller advierte que esa ola llegará allí y recuerda que en Irlanda "la Iglesia y el pueblo eran uno" y, sin embargo, ahora es uno de los ejes del movimiento de rebeldía.
Algo relacionado con la pérdida de confianza en la Iglesia por las ocultaciones en los casos de abusos a menores, asegura.
"Nos vamos a asombrar de lo que va a venir de Polonia, de Europa del Este, del Sur de Europa" donde, dijo, aún no se han destapado esos escándalos.