Tras la avalancha de la quebrada La Liboriana, los primeros 5 días estuvieron marcados por el dolor y el llanto. Familiares y amigos buscaban un porqué que explicara que ya no estaban la abuela, el hermano, el hijo, el papá, la mamá y el sobrino.
Por un momento el sonido de las campanas y las lágrimas se mezclaron. Las familias de las primeras 33 víctimas en ser sepultadas, se abrazaron a los féretros y les dieron un sentido adiós.