Desde lo alto de las montañas de Santa Elena, donde el aire es más denso pero fresco y las flores parecen hablar, pervive una cultura que se resiste al olvido, una tradición sembrada con amor y transmitida de generación en generación.
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Las fincas silleteras son el corazón de esa herencia viva, en este momento hay aproximadamente 25 oficiales, son el lugar donde crece y florece la magia que cada año embellece la feria de las flores. Una de ellas es la finca de la familia Londoño, testimonio de una historia que sigue escribiéndose con raíces profundas.
“En Santa Elena, digamos hasta 1917 las personas vivían del tema de la minería, por una disposición del tema municipal, declaran a santa elena como reserva forestal y a los mineros les tocó buscar otra forma de subsistir en su mayoría se dedicaron a cultivar flores”, señaló Diego Londoño, silletero.
Desde finales de abril, los silleteros comienzan a cuidar cada flor. Se dedican a la siembra, una labor silenciosa y constante que da vida a las silletas que recorrerán Medellín este 10 de agosto.
En el caso de los Londoño, ya son cinco generaciones las que han llevado esta cultura en los hombros y en el corazón. para ellos, cada flor es un símbolo: de identidad, de memoria, de lucha.
“La invitación es que a esas personitas que llegan a la ciudad vengan también a las fincas porque aquí está la forma de contarles al detalle todo ese trasfondo que tiene la cultura, que no nació un 10 de agosto, sino que tiene toda una historia”, agregó Londoño.
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En las fincas silleteras no hay prisa. el tiempo se mide entre riego y cosecha. allí, lejos del bullicio de la ciudad, la tradición se cultiva con las manos y se conserva con el alma. son espacios vivos donde la cultura silletera respira todos los días, no solo en agosto, y donde cada flor tiene un propósito mucho más profundo que adornar una silleta: contar quiénes somos.