Sofía, 15 dic (EFE).- La familia de Emil Kamburov ya no enciende la televisión. Mantiene las luces apagadas e incluso ha prescindido del frigorífico y lo ha sustituido por el frío bajo cero de su balcón.
Emil Kamburov es uno entre el 46 por ciento de los búlgaros que este invierno tendrá problemas para pagar la calefacción.
Ese dato oficial, en un país donde el frío pega fuerte en invierno, pone de manifiesto la gravedad de la advertencia que acaba de hacer Eurostat, la oficina estadística de la UE: el 49% de los búlgaros corre riesgo de caer bajo el umbral de la pobreza.
"No podemos estar orgullosos de que Bulgaria sea el país más pobre de la UE, con los salarios y pensiones más bajos de la Unión. Pero, al fin y al cabo, recibimos proporcionalmente a lo que producimos" se resigna el presidente búlgaro, Rosen Plevneliev, en declaraciones a Efe.
El jefe del Estado insiste en la necesidad de mejorar eficacia y la capacidad productiva para elevar el nivel de vida, y rechaza que el Estado se endeude para dinamizar la Economía.
De hecho, Bulgaria exhibe orgullosa sus cifras macroeconómicas, producto de una estrategia de ahorro: deuda del 16 por ciento, déficit del 2 por ciento y una previsión de crecimiento para 2013 del 1,9% y de hasta el 3 por ciento en 2014.
Unos datos que no evitan que el paro llegara al 11 por ciento en noviembre, casi el doble que cuando comenzó la crisis, y que cerca de 2 millones de personas, el 22 por ciento de la población, pasara 2011 con menos de 145 euros al mes, un salario mínimo que el Parlamento acaba de elevar a 155 euros.
Un sueldo que contrasta con lo que cuesta un litro de leche en cualquier supermercado de Sofía: un euro, lo mismo que en capitales ricas como Viena o Londres donde los ingresos de la población son mucho mayores.
El primer ministro, Boiko Borisov, mantiene su premisa de que la disciplina fiscal garantiza la estabilidad, aunque reconoce que el daño colateral es que las medidas presionan a la baja el nivel de vida.
Esa disciplina se traduce sobre todo en una política de sueldos y pensiones muy bajos ("precios europeos, salarios búlgaros", es una queja repetida continuamente por la población) que ha disparado el empleo sumergido, un fenómeno impulsado también por la clase empresarial.
Pero el problema de la pobreza en Bulgaria no surge en la crisis de 2008, sino en una fallida transición desde la dictadura comunista a la democracia y el capitalismo.
"Todo lo que funcionaba bien en la época del comunismo, se proclamó como maldito y fue sentenciado a desaparecer", explica la periodista Velislava Dareva, una de las principales investigadoras de la época de la transición.
El cambió de modelo económico fue acompañado de polémicas privatizaciones del entramado industrial, que acabaron en hombres de negocios de dudosa reputación, narra Dareva.
"Enriquecerse de forma rápida y fácil se convirtió en el modo de pensar y de vivir", añadió para Efe el sociólogo Petar-Emil Mitev.
En ese cambio durante el que se destruyo gran parte del sistema productivo del país, el paro se disparó desde el 1,5% de 1989 al 18 por ciento de una década después, una cifra que fue bajando y que con la actual crisis ha vuelto a crecer.
Emil Kamburov y su familia son una más de las víctimas de esa doble crisis, la coyuntural de 2008 y la estructural de una economía con uno de los índices de productividad más bajo de la UE y con una balanza comercial en negativo.
"Empezamos a cumplir nuestro sueño hace diez años", relata este expolicía que decidió dejar el cuerpo y sus bajos salarios para trabajar como guardaespaldas y vigilante de seguridad privado.
Con el estallido de la crisis llegó el paro, la pérdida de su piso y la necesidad incluso de pedir un subsidio de 30 euros para pagar la calefacción, una ayuda que se otorga a unas 220.000 familias con bajos ingresos.
Ahora, como él mismo reconoce, sólo le queda soñar con ganar la lotería. Eso sí, ha de pedir prestado cinco euros para comprar el billete.