En 2004, Fernando Botero le regaló a Medellín 23 obras de gran formato para la renovación del Museo de Antioquia.
Aquellas obras llegaron no solo a engalanar el centro, pues ese vínculo con el arte y espacio público se convirtió en un referente de Medellín.
La plaza entonces se convierte en un icono de ciudad, Medellín ha ido teniendo diferentes iconos a lo largo de su historia, por mucho tiempo fue la aguja del Coltejer y en estos últimos tiempo cuando hablan de Medellín, nunca falta la Plaza de Botero”, indicó Pilar Velilla, exdirectora del Museo de Antioquia y exgerente del centro de Medellín.
Imponentes y con la belleza particular que le imprime Botero a sus obras, estas esculturas siguen llamando la atención de propios y visitantes, porque en ese entorno coinciden la vida cotidiana, el turismo y el arte.
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