[Comentario de LACalle] Ésta que termina fue en Medellín la Semana de la Convivencia que, como sabemos, tuvo su día central el pasado miércoles 21, Día Mundial de la Paz celebrado en casi 200 países. Sin duda estamos obligados, como parte de la responsabilidad, a pensar en la paz todos, todos los días.
Lo más seguro es que todavía durante muchos años —tal vez durante todo el tiempo que falta, aunque no sepamos que falta para qué— la paz sea, primero, el único tema cotidiano, de todos los días, a toda hora, con cada paso y cada idea; y segundo, el único tema a la vez contradicción y contrariedad, a juzgar por las eternas razones y justificaciones de la guerra.
Porque es una contradicción que tantos Estados hablen de paz mientras mantienen sus arsenales en ristre. Y es una contrariedad hablar de paz cuando con ello se ponen en peligro grandes negocios medidos en billones de dólares, euros y esterlinas. Eso en lo amplio y global. Un poco más acá, en lo nacional y político, carece de sentido hablar de paz mientras montamos reinos de la corrupción y elaboramos los sofismas con qué sostener tales reinos.
Y mucho más acá, en lo más cercanamente social y en lo individual, va al vacío toda palabra sobre la paz cuando la vida vale menos que la contribución para acceder a una urgencia médica; cuando la estadística pretende resolverte la pobreza; cuando discriminás por cuenta del estrato o el color o el sexo; cuando incumplís, envidiás, maldecís; cuando te negás a pagar; cuando no te pagan… O cuando te condenan por culpa del brillo de la mirada.
Luis Alirio Calle M.
@luisaliriocalle