Colombia es uno de los países latinoamericanos más avanzados en el reconocimiento de derechos para la población LGBTIQ+, pero solo en el papel, porque todos estos avances no han redundado en una mejor calidad de vida, ni siquiera en la garantía de la vida misma.
Colombia es uno de los países latinoamericanos en que más homicidios en contra de las personas LGBTIQ+ ocurren cada año. qué incoherencia, ¿no?
Ese desencuentro entre lo que está escrito y lo que vivimos a diario las personas que nos reconocemos por fuera de la heterosexualidad, se debe sobre todo a que hay quienes se niegan a reconocer la Constitución de 1991. y es que en Colombia todavía hay quienes pretenden legislar con la biblia, por eso cada vez que un proyecto que busca promover la garantía de derechos para la población LGBTIQ+ llega al congreso, hemos tenido que escuchar que Dios creó al hombre y la mujer, que Adán y Eva, que Dios destruyó Sodoma y Gomorra, que el sexo homosexual es excremental, y eso está bien que lo promulguen las iglesias con sus feligreses, pero los congresistas son elegidos para legislar para todas y todos, y su mapa de navegación es la Constitución de 1991, esa que nos reconoce a todos como iguales, que garantiza el derecho al libre desarrollo de la personalidad y que la Corte Constitucional ha tenido que defender y hacer cumplir cada vez que nos han pretendido negar acceso a nuestros derechos.
¿Podrá el Congreso de la República estar a la altura de las necesidades de la población LGBTIQ+ y de su responsabilidad constitucional? o ¿tendremos que seguir las ciudadanas y ciudadanos disidentes en nuestra sexualidad y nuestro género contando con la tutela y la Corte Constitucional como los únicos garantes de nuestras vidas y nuestra dignidad?