Redacción, 2 feb (EFE).- La dama de la diplomacia estadounidense dice adiós en el punto culminante de su carrera. Esta "estrella del rock", como la han calificado medios estadounidenses, se ha despedido justo como empezó: con un marcado estilo sobrio, tanto en su vestimenta como en su forma de hacer política.
En la retina queda ya su imagen de la despedida, ataviada con unas gruesas gafas de pasta negra para mitigar la doble visión que le provocó el fuerte golpe que sufrió tras un desmayo que, posteriormente, le produjo una conmoción cerebral.
La secretaria de Estado estadounidense, que será sustituida por el senador demócrata John Kerry y que ya ha dejado claro que no tiene ningún plan para competir por la Casa Blanca en 2016, no ha dudado en ningún momento de su carrera en aparecer ante las cámaras sin maquillaje alguno que disimulara los signos de cansancio tras muchas horas de negociación o largos viajes en avión. Mostraba así que su cargo estaba por encima de su imagen.
Hillary, que en su nueva vida ya ha dicho que seguirá luchando por los derechos de las mujeres y las niñas, siempre ha cuidado su feminidad, aunque ha habido ocasiones en las que su maquillaje ha llamado la atención por apreciarse una clara diferencia de color entre el rostro y el cuello, seguramente fruto de una aplicación apresurada.
Más allá de estos pequeños descuidos, su estilo ha estado protagonizado por un suave maquillaje de ojos y ausencia de color en sus labios. Toda la atención iba a su voz, sus manos y su fuerte presencia que marcaba con un firme paso al entrar en cualquier acto de mayor o menor rango.
Esa personalidad ha primado siempre frente a su estética en muchos de los asuntos más candentes, como las negociaciones sobre los contenciosos nuclear iraní y norcoreano o la crisis por el asalto al consulado estadounidense en la ciudad libia de Bengasi, el 11 de septiembre de 2012, en el que murieron cuatro ciudadanos de Estados Unidos, entre ellos el embajador en Libia, Chris Stevens.
La exsenadora casi nunca ha hecho alarde de su cargo con un exceso de imagen personal, la única licencia se la permitió en 1998 cuando protagonizó la portada de Vogue USA vestida de Oscar de la Renta.
En cuanto al cuidado de su cabello, Clinton siempre ha dado una imagen de lo más natural, dejando que la edad avanzara de una manera armoniosa y, con un marcado color rubio, ha dejado ver también cómo las canas tomaban protagonismo.
Pese a conocerla con un flequillo poco poblado y con prominentes diademas típicas de los noventa, la ex primera dama ha ido despejando su frente hasta hacerlo desaparecer y lucir, en muchas ocasiones, una coleta perfectamente peinada que le dejaba el rostro totalmente al descubierto.
Fue en septiembre de 2012, durante la Asamblea General de la ONU, cuando Hillary Clinton llamó la atención por aparecer con un nuevo peinado, una melena más larga, suelta y con ciertas ondulaciones, que provocaron comparaciones con el cabello que luce habitualmente la duquesa de Cambridge, Kate Middleton.
Para los actos de gala, el recogido ha sido otra de sus opciones de peinado, donde ha lucido un "look" más sofisticado y, casi siempre, adornado con sencillas joyas, no por ello menos valiosas.
Hecho curioso fue el que en 2011 protagonizó en su fugaz visita a España cuando la entonces ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, le regaló un collar de perlas de la firma española Majórica, y Clinton no dudó en mostrarlo en su encuentro con el presidente Zapatero.
Hillary Clinton siempre ha lucido sobriedad en la figura, tanto en colores como en patrones, que han marcado su estilo en el vestir. Trajes de dos piezas, casi siempre con pantalones de pata ancha, llenaban su armario sin predilección por diseñadores nacionales o internacionales, lo que si mostró fue favoritismo por los trajes hechos a medida.
En cuanto a colores, la paleta cromática no variaba mucho, el verde botella, el negro o los rojos asalmonados, los utilizaba para sus principales actos, aunque si hubiera que destacar un color éste sería el azul, al que ha sabido sacar partido para destacar sus ojos.
Para la noche, la esposa del expresidente Clinton brillaba con blancos neutros o colores oscuros, como el que lució en la gala inaugural como primera dama: un vestido azul noche con cuentas y encaje de terciopelo en seda azul muselina que completó con unos zapatos de raso de Bruno Magli y un bolso de Judith Leiber.
A partir de ahora Hillary Clinton sólo desea "comenzar" este "nuevo capítulo" de su vida, tal y como declaró en una entrevista a CNN, y reconoce sentirse afortunada por haber tenido buena salud y encontrarse ahora con "una enorme cantidad de energía para ser empleada y concentrada" en sus futuros proyectos.
Elogiada por el presidente Barack Obama, quien calificó su trabajo de "extraordinario" y a ella como "uno de los mejores secretarios de Estado que ha tenido el país", Hillary tiene claro su rumbo: disfrutar del "lujo" de "no hacer nada".
Sea cual sea la dirección que tome, su estilo promete ser el mismo: una sobria elegancia.