San José del Guaviare (Colombia), 2 oct (EFE).- Las iniciativas de los campesinos cocaleros colombianos que han resistido a fumigaciones aéreas, guerrillas, paramilitares y Ejército han dado como resultado productos agrícolas alternativos, que van desde frutos amazónicos a chocolates orgánicos.
Estas son algunas de las contadas experiencias exitosas que se han registrado en las selvas de Colombia, en concreto en Caquetá, Guaviare y Meta, departamentos que llegaron a concentrar más de 24.000 hectáreas de coca en 2006.
Y ha ocurrido en un complejo escenario de conflicto, sin apenas apoyo del Estado, el que por contra ha acabado con plantaciones de cacao, frutales o caucho a raíz de una política antidrogas de erradicación, financiada por el Plan Colombia y que ha arrasado sembríos legales e ilegales.
Uno de los casos más exitosos es la Asociación de Productores por el Cambio del Modelo Económico del Guaviare (Asoprocegua), que nació en 2001.
Su representante, Flavio Mahecha, que asiste al Foro Regional sobre la Solución al Problema de las Drogas Ilícitas en San José del Guaviare, organizado por la ONU y la Universidad Nacional a petición de los negociadores del Gobierno y la guerrilla de las FARC, dice que su objetivo es "consolidarse como una empresa campesina y generar una cadena productiva con la reactivación de árboles frutales amazónicos".
El proceso no ha sido fácil. Comenzaron con 160 parcelas, pero en 2006 sólo les quedaban 17 porque "un 70% se acabaron con la fumigación aérea y el resto con incendios". Aún así retomaron el proyecto vinculándose al proyecto del Gobierno "Guardabosques".
Pero "los recursos entraban con una visión inadecuada, sin un proyecto macro", se queja Mahecha, quien buscó entonces apoyo en la Gobernación del Guaviare y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y lograron su primer producto: pulpa de fruta.
Hoy sus productos tienen una excelente presentación y se venden en supermercados, ampliaron el negocio a la ganadería, dieron créditos para la compra de tractores y semillas, y obtuvieron un terreno para una planta gracias a la ayuda de la Unión Europea.
Como resultado participan en ferias nacionales, ruedas de negocio y forman parte de la red Colombia Verde.
Otro ejemplo es Chocaguan, en Cartagena del Chairá (Caquetá), que produce uno de los mejores chocolates de Colombia tras haber sustituido la coca por cacao.
"Nuestra misión es crear una marca reconocida y mejorar la calidad de vida de los asociados", expresa Rodrigo Velaidez, uno de los representantes del proyecto, merecedor en 2004 del Premio Nacional de Paz.
La iniciativa nació de la mano de un misionero italiano, quien animó a los campesinos a sustituir la coca en una zona que, tras la llegada al poder del expresidente Álvaro Uribe, en 2002, fue blanco del Plan Patriota, una gran ofensiva militar contra la guerrilla.
"Hoy el chocolate se comercializa y busca la certificación orgánica", explica Velaidez.
Esa asociación, además, elabora dos investigaciones obtenidas en convocatorias del Departamento de Ciencia, Tecnología en Innovación (Colciencias) sobre genética para el mejoramiento del cacao en cuanto a aroma y sabor y tolerancia a enfermedades tropicales.
La filosofía es, según Velaidez, fomentar "cultivos que respondan al ecosistema natural y aporten desarrollo", bajo la protección de los derechos humanos, con planes de sustitución de cultivos graduales y voluntarios.
En el vecino departamento del Meta, Isflena Ladino, una mujer con agallas, creó en 2005 la Asociación de Productores Agropecuarios del Bajo Ariari (Asprabari), "cuando fumigaron todos los cultivos, incluidos los de 'pancoger' (alimentos básicos) en el municipio de Puerto Lleras".
"Naciones Unidas nos dio la herramienta para empezar a trabajar en el fortalecimiento, compramos un computador, diseñamos tres proyectos: cacao a corto plazo, caña a medio plazo y ganadería a largo plazo", explica.
"Hoy hacemos panela orgánica, vendemos en el mercado local con planes de expandirnos", revela Ladino.
Otro caso es la Sociedad Agropecuaria del Guaviare (Soapeg), que ha creado una industria de lácteos tras apostar por la ganadería sostenible en lugares donde antes de cultivaba coca.
Apoyados por la Iglesia Católica de Alemania, la leche de Soapeg la compra Alquería, una de las grandes empresas lácteas del país que la distribuye a las grandes superficies.
Aún así, la falta de vías encarece los precios del transporte, se lamenta uno de sus socios, William Espinosa.
Estas historias de éxito se han forjado en un terreno hostil y en medio de grandes dificultades, pero sus protagonistas confían en ser un ejemplo a aplicar ante la anhelada paz que se negocia en Cuba.
Esther Rebollo