Pico y placa Medellín

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Fabián,un hiperactivo del pedal

El rey del keirin Panamericano, Fabián Puerta Zapata, habló  de su pasión por las pruebas de velocidad, de sus miedos y de sus máximas alegrías.

Un regalo del Niño Jesús le transformó la vida al ciclista de pista, Fabián Puerta Zapata: una bicicleta. Sí, este obsequio navideño cuando solo contaba con 6 años de edad le cambió por completo la lúdica infantil del pequeño párvulo hijo del conductor de conductor de Julio César  y Rosa Elena.

“De pequeño era muy hiperactivo y entonces le recomendaron a mis padres que la mejor manera de canalizar esas energías era haciendo deporte. Entonces me compraron una bicicleta”, recuerda el mayor entre dos hermanos de la familia Puerta Zapata.

Inicios

Su madre  fue la primera tutora en enseñarle los trucos para “aguantar el equilibrio” de su nueva bicicleta. “Me acuerdo que ella me dejaba dando vueltas con la bicicletita con  sus rueditas y me dejaba un rato dando  vueltas en la casa de mi abuelita. Un día me dijo que tenía que aprender a montar solito sin esas rueditas y se las quitó. Fueron muchas las caídas hasta que aprendí”,  evoca el campeón panamericano nacido en Caldas, Antioquia, el 12  de junio de 1991.

“Gracias a Dios no fui futbolista porque era muy mal jugador. Me metieron a una escuela de fútbol  y mientras los otros entrenaban, yo jugaba con tierrita y  cuando jugaba los otros nunca me pasaban el balón. Por eso para ello no funcioné”,  dice mientras ríe tímidamente el estudiante del Colegio Ferrini.

Sus travesuras en la Vereda La Chuscala, donde transcurrió su niñez y su juventud, aun las mantiene en su memoria y las evoca con cariño. “Me crié con mis primos, con quienes nos íbamos a coger pomas  y a parrandiarnos los caballos en las fincas vecinas. También motábamos en bicicleta”, rememora entre risas el novio de Juliana Gaviria, pistera y estudiante de profesional en deportes del Politécnico Jaime isaza Cadavid.

El pistero

Sus comienzos son  en el ciclomontañismo. “Duré  buen tiempo en el MTB, donde participé en varias validas nacionales, con el patrocinio de mis padres y de mis profesores, que en eso si me colaboraron mucho”,  recalca el  campeón Panamericano poco amante de la rumba.

Al ciclismo de pista llegó insistencia de un amigo, cuando pensaba en el retiro del ciclismo. “Carlos Andrés  Álvarez me insistió en que fuera pistero. Él me invitaba todos los días al velódromo y de tanto insistirme y para quitármelo de encima, opté por aceptar la invitación”, indica el deportista temeroso de los viajes del avión.

De esa decisión tomada han pasado 2 años y todavía lo sigue haciendo, hasta convertirse en uno de los mejores pisteros del país. “Nunca lloré tanto como cuando terminó la  competencia de los Juegos Panamericanos y obtuve el oro. Fue una emoción indescriptible”, concluye el habitante de Sabaneta.

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