Luego de 18 años el maestro Pablo Murillo recuerda que la violencia que atravesaba el barrio Santander en el año 2000 lo motivó a elaborar la escultura. El artista reunió a un grupo de jóvenes para recolectar los insumos para la obra y de paso contribuir a alejarlos del conflicto de ese entonces.
Cerca de una tonelada de cobre y bronce necesitaba Pablo para realizar la escultura que costó cerca de 5 millones en ese entonces. Entre toda la comunidad pusieron dos canastas en la iglesia donde la gente depositaba llaves y otros metales para fundirlos.
Hoy muchos de los vecinos del sector se identifican con ella, por eso la noticia del supuesto robo los sorprendió, sin embargo, no era lo que se pensaba, pues en realidad la pieza que estaba en mal estado fue tomada por un ciudadano para llevársela al artista que la elaboró para que sea reparada.
El escultor ahora pide a la Administración municipal y al sector privado que le ayuden para financiar el arreglo de la obra que ya necesita mantenimiento.