Kabul, 8 mar (EFE).- El burka ha comenzado a dejar paso a ropas femeninas menos opresivas en las calles de Kabul, lo que es una buena noticia para las mujeres de la capital afgana pero mala para los vendedores de la prenda impuesta por los talibanes.
La caída de las ventas, y también la aparición de burkas importados de China, han llevado al cierre de algunos comercios que vendían en Kabul la famosa prenda o les ha obligado a vender otro tipo de mercancías, según comerciantes de la ciudad.
"Las ventas cayeron mucho en 2011 y el año pasado dejé de comerciar con burkas para vender otros productos, como mochilas para niños", declaró Mustafá, que a sus 29 años regenta una tienda en el popular bazar de Mandawi.
Mustafá subrayó el impacto que ha producido en la manufactura local las importaciones de burkas procedentes de China, con precios hasta un 50 % menores que las prendas afganas.
"Aunque la calidad de los burkas chinos no es muy buena, mucha gente los compra porque son más baratos, lo que daña a los productores locales", señaló el comerciante.
Según los vendedores de la ropa que se considera en Occidente en símbolo de la opresión de la mujer en Afganistán, las ventas del burka están disminuyendo debido a cierta liberalización en la forma de vestir en la capital del país asiático.
"Tras el colapso de los talibanes, su uso se ha convertido en opcional y lo suelen vestir mujeres mayores", dijo a Efe Toryalai Samadi, dueño de un comercio que afirma que durante el régimen integrista llegó a vender 500 burkas al día.
En la actualidad, apunta, no vende de más de 5 o 10 diarios.
"En la época de los talibanes no se veía una mujer sin burka por las calles", aseguró Samadi, quien recuerda también que se llegaban a propinar "latigazos a mujeres en público por llevar las pantorrillas visibles".
De acuerdo con observadores, el descenso de las ventas explica que muchas mujeres acudan ahora a la universidad y al trabajo en instituciones públicas o agencias de cooperación solo cubiertas por un hiyab, algo impensable hace una década.
A diferencia del burka, que cubre de la cabeza a los pies, el hiyab solo tapa el pelo de las mujeres.
"El burka era deprimente. Con el calor era muy duro", confesó a Efe Maryam Noori, una vecina de 40 años que dejó de usar la prenda hace tiempo y que apunta que "me siento más feliz usando un hiyab cuando salgo a la calle".
Tras hacerse con el control de Kabul en 1996 -solo dos años después de su fundación-, el movimiento talibán impuso una radical interpretación del islam, basada en la "sharía" o ley islámica y en el código tribal de los pastunes, etnia a la que pertenecen.
Esa dura interpretación del islam les llevó a prohibir que las mujeres trabajasen, y a imponerles el burka para cuando salieran a la calle, además de prohibir el uso de tacones, por considerar que el taconeo atraía a los hombres.
Pese a la relativa liberalización del ropaje femenino, no faltan en la capital afgana mujeres que continúan viéndose obligadas a vestirse con burka por la presión familiar y social.
Ese es el caso de Najia, que confiesa que no le gusta la prenda porque "es muy irritante en verano y hace que se me caiga el pelo", pero que admite que lo sigue vistiendo porque "aunque ya no es obligatorio, mi familia política me obliga todavía a usarlo".
El caso de Najia no es ni mucho menos único a nivel nacional, ya que si bien el burka ha perdido presencia en la capital del país continua siendo de uso habitual en el medio rural, donde en términos de ropa de femenina conserva el monopolio.