Pico y placa Medellín

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Dongus encontró su Dorado

Es el comerciante más famoso del barrio al sur del Valle de Aburrá. Durante medio siglo abriendo tiendas con toda suerte de productos potenció el comercio en El Dorado.

El barrio está lleno de tiendas y todas venden de todo, por eso la competencia entre comerciantes es ardua, sin tregua. El que espabile pierde, admite un comerciante, y los que más ganan son los vecinos, que nunca se varan por leche, huevos, los víveres básicos, casi sin importar la hora ni el día. El Dorado es una tienda de puertas abiertas, dicen algunos.

Lo bueno es que, cuenta otro comerciante, la clientela abunda, tal vez esa sea la única fortuna que no brotó precisamente de la tierra, pero que atrae a los cazadores de fortunas en ese barrio con nombre de mito. Gustavo Moreno es uno de ellos.

El hombre de 68 años fue un comerciante de verduras hasta los 20 años en La Ceja, en el Oriente de Antioquia. Pero hace 48 años encontró en Envigado una tierra para instalarse.

Él fue uno de los primeros en aprovechar la clientela. Desde eso, “Dongus”, como le dicen, ha tenido ocho negocios en su tierra de la fortuna: dos heladerías y seis salsamentarias, en las que vende tanta variedad de productos, que incluso sus negocios se han hecho famosos en un barrio en el que en hay hasta tres tiendas por cuadra.

En la salsamentaria de “Dongus” cuelgan del techo camisetas de Medellín y Nacional, balones de microfútbol, cepillos de dientes, golosinas, cuchillas de afeitar, y a cada producto de esos hay que esquivarlo para llegar apenas al centro de la tienda, donde está la nevera. De allí saca gallinas enteras, de 6 kilos, y las vende a 24.000 pesos.

Al lado de la nevera hay una pila de zapatos y guayos, y sobre ellos cuelgan balones de fútbol. Frente a la nevera de las gaseosas hay fogones de gas, jabones para la ropa, pilas y yoyos. Entrando a la tienda hay canastas de huevos y sobre ellas cuelgan bromas: almojábanas y buñuelos de mentira, y junto a ellas están las arepas de maíz de verdad.

Los vecinos entran a la tienda como si fuera su casa. Las ventas son autoservicio y cada quien elige lo que quiere y sale con el producto. “Dongus” hace la cuenta mentalmente, lo hace rápido y se enorgullece de eso, dice que nunca ha necesitado calculadora, que suma y resta sin “titubiar” y que su edad no ha sido obstáculo para saber cobrar.

Las tiendas de El Dorado, de las que nadie parece saber su número exacto, suelen abrir desde las 7:00 a.m. hasta las 10:00 p.m. A esa hora “Dongus” se va directo a la cama.

Asegura que no tiene nada más qué hacer, que la tienda es su vida, que se amaña allí y que, si Dios se lo permite, viviría de ella 150 años, porque solo vendiendo en El Dorado es feliz.

[Alianza con El Mundo]