Don Mario, un hombre que a sus 23 años, en 1979, llegó con su madre a Villa Hermosa. En ese lugar ya estaba el oficio que transformaría su vida y la de la comuna. Desde entonces, y durante más de 46 años, su pequeño negocio, pese a que ha estado en varios lugares, permanece en la calle 66, justo frente al parque icónico del barrio, donde las historias, para todo aquel que entra, florecen.
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Nacho llamó la floristería, un homenaje silencioso y eterno al nombre su hermano fallecido. ¿Y por qué las flores? La respuesta se encierra en una sola palabra: su madre. No necesita más explicaciones. Para él es más que el legado de su madre, y llueva o haga sol, las puertas están abiertas para buscar, incluso, algo más que flores.
“Yo estoy aquí todos los días de lunes a lunes, desde las cuatro de la mañana, tres de la mañana y mi compañera es Iris”, dijo Carlos Mario Quiroz, habitante Villa Hermosa.
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Aunque el inicio fue difícil, y su madre ya no lo acompaña, el local sigue abierto de lunes a lunes. Allí, junto a Iris, su gata. Allí él recibe a vecinos, amigos y curiosos que se detienen no solo a comprar, sino a saludar. Don Mario, como le dicen de cariño, es un personaje entrañable, símbolo viviente del parque de Villa Hermosa, que aún sueña con volver a ver a su familia unida, como se entrelazan las ramas de un jardín.