En 1974 las calles de Medellín habían de llenarse por primera vez de figuras que no venían del presente, sino del imaginario ancestral.
Aquella noche mágica nació el desfile de la Sinfonía de las Luces, cuya temática inicial fueron los mitos y leyendas. Lo que parecía una simple apuesta artística, se transformó en un éxito inesperado. La ciudad se desbordó de emoción y asombro, y el clamor fue unánime: Medellín quería volver a ver a esos personajes míticos recorriendo sus calles.
Lea también: Falleció Rafael Ithier, fundador del Gran Combo de Puerto Rico
“Ese es el inicio del desfile que tuvo una gran acogida, que conectó precisamente con ese sentimiento de los mitos y las leyendas nuestras”, dijo Diego Andrés Ríos Arango, sociólogo e investigador cultural.
Desde entonces, cada diciembre, la ciudad revive ese primer hechizo: una marcha donde no hay héroes ni villanos, sino símbolos de una cultura que se forjó del encuentro entre la sabiduría indígena y los relatos traídos por los colonos.
Le puede interesar: Telemedellín: 28 años contando a Medellín con el alma
“Llegan los españoles con todos sus imaginarios, sus brujas, sus diablos, su presión religiosa, frente al bien y al mal, pero aquí también se encuentran unas ricas tradiciones, toda esa imaginería toma fuerza, las historias, los relatos”, añadió Ríos Arango.
De esa fusión nacieron la Madremonte, protectora del bosque; el Mohán, enigmático guardián de los ríos, la Patasola, figura de advertencia, o el Hojarasquín, espíritu travieso de la naturaleza. este desfile más que una gran fiesta, es la forma en que Medellín honra su raíz, mezclando arte con tradición, para que cada paso sea también un recuerdo.