Hace algunos meses se hizo viral un video en el que un chique le reclamaba a un compañero en una clase virtual que no “era su compañera, era su compañere” compañere inundó las redes sociales, se generaron chistes de toda índole y discusiones sobre el uso o no del lenguaje incluyente.
hasta ese momento yo me había negado a usar recursos como la e o la x, presumiendo que existían formas en el lenguaje que permitían ser incluyente, y tras esa locura mediática me di cuenta del error en el que estaba, me di cuenta de lo importante que es nombrar a todas, todos y todes, lo importante de seguir incomodando e insistiendo en la autodeterminación, a todos los niveles.
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he confirmado que no se trata de un capricho contralingüístico, se trata de una forma de estar y habitar, se trata de reconocer y promover la vida más allá de los hombres y las mujeres, más allá de lo masculino y lo femenino.
Percibo con dolor las formas burlescas e hirientes con las que la gente se refiere al chique del video solo hace 20 años (y aún hoy) nos gritaban locas, maricas, dañados, torcidos, enfermos... Cómo si ser diferente nos hiciera sujetos defectuosos, incompletos, exactamente lo que pasa con el chique del video y por extensión a quienes se reconocen como no binaries: retrasados mentales, ridículos, infantiles... Nuevamente como si no seguir la norma fuera señal de ausencia de algo.
Y no seguir la norma, exigir ser nombrade con la E, no es más que un acto de valentía, de autodeterminación, es una declaración del lugar que se ocupa en el mundo, es un grito de resistencia, que ocurre en lo cotidiano, dónde se crean fisuras que el poder hegemónico no puede controlar, en esa fisura donde hoy atisba una rama y que pronto será un bosque que ni la RAE ni la heterosexualidad podrán contener.
Un abrazo para mis amigues y perdón por haberme tardado tanto en darme cuenta.
Ser nombrade con la E es una declaración del lugar que se ocupa en el mundo
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