En una operación militar en el Meta, el cabo Montoya perdió la vista por un artefacto explosivo que le lanzó un grupo al margen de la ley. Pero esto no fue motivo para renunciar al Ejército Nacional, por el contrario, continuó aportando sus conocimientos a la Institución.
Tras un proceso de rehabilitación en Bogotá, el cabo Montoya fue trasladado a Medellín y aquí estudió Psicología; ahora es el jefe del departamento de Psicología Militar.
Para sus compañeros él se ha convertido en un ejemplo de superación y dedicación.
A sus 30 años el cabo Montoya afirma, que la humildad y la confianza en el otro son las habilidades que le ha enseñado Hanna, su lazarillo, y que con ellas ha logrado vivir, viendo con los ojos del alma.
