Andrés es un papá que comprendió que solo el cielo es el límite cuando se trata de sueños, pero también de luchar por los hijos. Ese cielo en el que cada día se pierde desde hace 27 años, y en el que hoy, a su pequeña Ana, le enseña a amar con la misma pasión.
Ana cuenta con una condición especial, sin embargo, ella es la niña de sus ojos, a quien le quiere dar las mismas alas para volar y de quién es padre y madre desde que nació.
“Ella es normal, pero su cerebro trabaja lento. En mi vida me ha tocado aprender a cocinar, aprender a cambiar a esta bebé, aprender a tocar las puertas y a decir: mi hija tiene fiebre, qué hago”, expresó.
Para Andrés, lo más difícil de ser papá es ser mamá y entender a los hijos como los entiende una mamá.
Con diez años y aun con su condición, Ana es la sombra de su papá y aprende de él, pero también le enseña lo que debe saber sobre cómo cuidar a su niña y ser dos en el camino de la vida. Así como ama a su papá, también ama volar, igual que él.
“Todo el mundo grita volando, todo el mundo habla volando y claro, yo la volé. Lo único que hizo fue gritar y decir “mu”, que es la vaca, o sea, le encantó. Creí que iba a hacer algo bueno y sí, hice algo demasiado bueno”, agregó.
Su sueño es ayudar a Ana a desarrollar al máximo sus capacidades y darle un hogar más tranquilo, rodeada de animales para que sus amigos y niños, en condición de discapacidad como ella, puedan compartir.
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