En medio del bullicio del centro de Medellín, entre vendedores ambulantes, transeúntes y el constante sonido del tráfico, hay una figura que se ha vuelto familiar para muchos: Andrea Rico, una joven de 21 años que, con una sonrisa permanente y su carrito de tintos en mano, ha sabido ganarse el cariño y el respeto de quienes la ven pasar cada día.
Lo que sorprende de Andrea no es solo su juventud, sino su historia de vida. Comenzó a trabajar desde muy pequeña, obligada por las difíciles circunstancias económicas, pero con el firme deseo de ayudar a su madre y honrarla. A los 16 años, motivada por una necesidad que pronto se convirtió en propósito, empezó —junto a su hermana, un año mayor que ella— a vender tintos. Andrea Rico
Desde entonces, cada mañana se levanta con energía y determinación, dispuesta a trabajar con la certeza de que su esfuerzo vale la pena: por ella, por sus sueños y por su familia. Andrea Rico
Andrea reconoce que vender tintos a los 16 años no fue fácil. La abrumaban los comentarios, y por supuesto, también su edad. Apenas se había graduado del colegio, y este oficio no figuraba entre sus planes de vida. Sin embargo, venció cada prejuicio, apostó por salir adelante y convirtió su trabajo en una forma digna de construir su futuro.
Andrea no solo vende café: entrega energía, calidez y amabilidad. Muchos de sus clientes no se acercan únicamente por el tinto, sino por la palabra amable y la sonrisa que siempre les ofrece. Su historia demuestra que el trabajo digno, aunque sencillo, puede transformar vidas.
Hoy, Andrea representa a una juventud valiente, trabajadora y esperanzada, que lucha por cumplir sus sueños a pesar de las adversidades. Su nombre ya resuena como un símbolo de superación y esfuerzo en todo el centro de Medellín.