El activismo es un acto de generosidad, de solidaridad y de valentía

Desde la década del 2010 la forma de hacer activismo se transformó, lo comunitario, lo barrial tomó protagonismo, acudiendo tal vez a esa máxima de que primero hay que transformar nuestros entornos cercanos. En Medellín esa labor la han emprendido las mesas diversas distribuidas por comunas que vienen haciendo un trabajo digno de destacar.

Actualmente parece que como población hemos alcanzado una garantía de derechos plena y que la “aceptación” se ha conseguido, pero esa sensación es producto de la burbuja en la que la vivimos, en la que el poder adquisitivo nos da la falsa idea de una ciudadanía plena, un ejemplo claro, el encuentro y la socialización siguen mediados por un cover o un consumo, el espacio público nos sigue estando prohibido.

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Cuando hay un foro, llegamos las mismas y los mismos, un debate en el concejo llegamos las mismas y los mismos, una acción colectiva en denuncia por alguna violencia o atropello, llegamos las mismas y los mismos, el resto de población LGBTIQ+ sigue en su burbuja, sin ser capaz de reconocer ni siquiera que esa burbuja y esa idea de ciudadanía plena es gracias a gente que ha puesto su cara, su voz, su cuerpo y su vida para defender sus derechos.

El activismo es un acto de generosidad, de solidaridad y de valentía, es un ejercicio desgastante y malagradecido, las activistas y los activistas no tienen el reconocimiento que se merecen, yo les agradezco en nombre de cada marica, de cada gay, de cada lesbiana, de cada persona bisexual, de cada persona no binaria, de cada persona trans, por pertirnos ser desde nuestra diferencia, por ser nuestra voz, y por estar en espacios incómodos, donde ninguna otra persona se atreve a estar.

Y al resto nos queda como tarea pensar en qué hacemos por el bienestar general, y qué más podríamos hacer…. que los privilegios no nos nublen la empatía.