Una de las historias que más impactó al mundo sobre la tragedia de Armero fue la de Omaira Sánchez. La niña se convirtió en símbolo de dolor, esperanza y memoria.
“Mamá, si me escuchas, reza para que estas personas me ayuden y yo pueda caminar”, esas fueron algunas de las palabras de Omaira.
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Tenía apenas 13 años cuando quedó atrapada entre los escombros de su casa, con el agua y el barro cubriéndole el cuerpo casi por completo.
Durante casi tres días, periodistas, rescatistas y voluntarios acompañaron su agonía, mientras el país entero seguía su historia a través de los medios. Su imagen, serena pese al sufrimiento, mostró al mundo la magnitud de una tragedia que desbordó las capacidades del Estado y que evidenció la fragilidad humana frente a la naturaleza.
“Yo vivo porque tengo que vivir. Cuando salga que me tomen una con la cámara que salga yo. Mami te quiero mucho, papi hermano, adiós madre”.
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Omaira Sánchez es hoy un símbolo de resistencia y humanidad. Su historia trascendió el tiempo y se convirtió en conciencia colectiva, recordando que detrás de cada desastre hay vidas, sueños y promesas truncadas.
Cuatro décadas después, su historia sigue siendo el rostro más humano de una tragedia que cambió para siempre la historia de Colombia.