Corría el año 1962 cuando Jairo, aún niño, sintió un temblor no solo en el suelo, sino en el alma. El terremoto que sacudió a Amagá derrumbó paredes y memorias, entre ellas, la cúpula de la iglesia que tanto le impresionaba.
Este artista quiso salvarla como pudiera, y lo hizo con lo que tenía a la mano, un lápiz, un papel y una necesidad profunda de recordar.
Ahí empezó todo. Lo que nació como un hobby infantil, se convirtió en la obsesión de un alma enamorada de su tierra.
Jairo se propuso pintar todos los pueblos de Antioquia, sus calles, sus plazas, sus montañas, sus fachadas cargadas de historia, y con cada pincelada resistir al olvido.
Inicialmente, Fueron 40 años de trabajo constante, de viajar, observar y traducir en color, lo que el tiempo amenaza con borrar; pero nunca ha podido parar.
Hoy, con 78 años, este artista no sabe cuántas obras ha hecho, perdió la cuenta, pero no el propósito, el de preservar el alma antioqueña a través del arte.
Conozca al artista que pinta los pueblos de Antioquia en sus cuadros
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