El Aeroparque Juan Pablo II nació para darle un nuevo vuelo a Medellín: convertir el antiguo Olaya Herrera en un espacio de recreación y convivencia.
La historia comenzó en 1986, cuando el papa Juan Pablo II aterrizó en el Olaya Herrera. Para su visita, el municipio realizó mejoras al terminal aéreo, que ya había sido reemplazado por el José María Córdova, en Rionegro.
Después vino la polémica: algunos querían conservar operaciones aéreas, otros apostaban por un gran parque. De pista de aterrizaje a pista de trote; el consenso permitió despegar la idea: conservar parte de la estructura del aeródromo, pero, sobre todo, regalarle a la ciudad un parque de 17 hectáreas con piscinas, toboganes, canchas, ciclovías y hasta una concha acústica, siendo el pulmón acuático más grande de Medellín.
Desde entonces, el escenario ha recibido desde atletas profesionales y de élite, en deportes como ciclismo, patinaje, atletismo y triatlón, hasta semilleros, escuelas y clubes que entran día a día en sus instalaciones.
El Aeroparque se consolidó como un punto de encuentro familiar, que promueve la convivencia, la actividad física y el contacto con la naturaleza, al tiempo que contribuye al desarrollo sostenible de la ciudad.
Hoy, además de los motores de su vecino, se escucha el día a día del deporte. El Aeroparque Juan Pablo II es el punto de encuentro para las familias, un pulmón verde que mejora la calidad del aire y ofrece espacios verdes para la comunidad.