El río Medellín es el principal afluente no solo de la ciudad sino del área metropolitana. Tiene unos 104 kilómetros de extensión. En Medellín, muchos no conocieron sus aguas limpias y mucho menos lo recuerdan sin su canalización.
“El río lleva más de 70 años sin tener una intervención integral, la primera que se dio por allá en los años 50, en donde se dio todo el cauce del río y obviamente se pusieron todas estas planchas y se organizó, pero eso ya está obsoleto”, manifestó Alejandro De Bedout, concejal de Medellín.
Este afluente nace en el alto de San Miguel, en el municipio de Caldas, una reserva de 1.600 hectáreas que es protegida por Corantioquia. Allí se adelantan acciones de guardabosques para el cuidado del ecosistema y desde 2019 se adelanta un plan de manejo para la cuna del río.
“Con la declaratoria de esta área protegida se logra blindar el ecosistema que se presenta allí que además permite la regulación del ciclo hidrológico y guarda esa zona de refugio tanto para el río Medellín como para las especies de importancia ambiental que encontramos allí”, señaló Karen Paz Niño, coordinadora de Áreas Protegidas Corantioquia.
Placas deterioradas, erosión, necesidades de estabilización así como de limpieza de sus aguas son solo algunas de las necesidades que requiere el cauce y que han puesto en jaque la movilidad del sistema Metro, también ha sido víctima de múltiples coloraciones que han teñido sus aguas e incluso se ha convertido en un lugar para arrojar cuerpos evidenciando hechos de violencia.
En los últimos años, a través de diferentes entidades se han invertido más de 100 mil millones de pesos, sin embargo, advierten desde tribunas como el Concejo de Medellín que es necesario una intervención integral y de fondo al afluente.
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