Pico y placa Medellín

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"Carritos" de la violencia, una mirada a la delincuencia juvenil en Medellín

Andrés, como lo llamaremos para proteger su identidad, es un habitante de Manrique, comuna 3 de Medellín. A los 14 años entró al Centro de Atención al Joven Infractor, Carlos Lleras Restrepo, conocido como La Pola, ubicado en Robledo, donde permaneció privado de la libertad por 36 meses.

En las mismas condiciones que estuvo Andrés, actualmente en La Pola hay 355 jóvenes con medida privativa de la libertad.

Los jóvenes que allí permanecen, están bajo el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes que interviene en la investigación y juzgamiento de delitos cometidos por adolescentes entre los 14 y 18 años.

En ese rango de edad el menor podría ser sancionado con medidas restaurativas y no privativas de la libertad como:

  • Amonestaciones (sin una duración establecida)
  • Reglas de conducta (que no podrán exceder los dos años)
  • Prestación de servicios a la comunidad (por un periodo no mayor a los seis meses)
  • Libertad vigilada (que no podrá durar más de dos años)
  • Internado en un lugar semicerrado (que no podrá ser superior a tres años)
  • Y si el delito es considerado de gravedad, será privado de la libertad en un Centro de Atención EspecializadO (por un periodo de dos a ocho años).

Actualmente en Antioquia hay 1.264 adolescentes bajo este Sistema de Responsabilidad Penal, de los cuales 1.167 están en Medellín. El 80 % son hombres y de ellos 59 menores son de nacionalidad venezolana.

De acuerdo con la Secretaría de Seguridad de Medellín, en la ciudad están asentadas el 43 % de las organizaciones criminales de Colombia, y en el 40 % de ellas, según la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social, estarían vinculados niños, niñas y adolescentes.

Existen diferentes factores que influyen en los procesos de vinculación y permanencia de población infantil y adolescente en acciones delincuenciales. Generalmente los cabecillas se aprovechan del contexto social, condiciones familiares, su personalidad arriesgada y la impunidad en delitos cometidos por menores de 14 años.

Pero, ¿qué pasa con aquellos que inducen a los niños en la delincuencia? La Fiscalía asegura que ya se adelantan investigaciones a cabecillas y coordinadores de estructuras criminales por la utilización de menores para la comisión de delitos.

Los delitos para los cuales utilizan más a los niños y adolescentes son:

  • Para llevar información
  • Para transportar drogas y armas de fuego, más conocidos como
  • Para alertar sobre amenazas en el territorio, como los llamados “campaneros”
  • Para hurto en todas las modalidades.

Los sectores en Medellín que más se ven afectadas por la instrumentalización de menores son:

  • La comuna 1, Popular
  • 5, Manrique
  • 13, San Javier
  • 16, Belén
  • Y el corregimiento de

En 2018, cerca de 1.800 menores entre los 14 y 17 años fueron aprehendidos en Medellín. En lo corrido de este año, la cifra ya alcanza más de 700.

Betania, La Torre, La Agonía y El Coco, serían las bandas, según las autoridades, en las cuales, la participación de niños y adolescentes ya ha sido demostrada.

Ante este flagelo que crece silencioso, la oferta institucional de las autoridades en Medellín contempla la atención escalonada a jóvenes propensos a ser vinculados por redes delincuenciales.

En materia educativa, Medellín terminará 2019 con 23.000 becas de tecnología entregadas a jóvenes de los sectores más vulnerables de la ciudad. Por su parte la Secretaría de la Juventud impulsa 831 clubes juveniles donde participan 15.500 personas.

Con 200 menores que hacen parte del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes se trabaja en atención psicosocial. 100 de ellos en la actualidad reciben terapias especializadas y 3.600 han sido capacitados en habilidades blandas.

Historias como las de estos menores infractores es la muestra de cómo las decisiones de un joven pueden impactar las dinámicas de un territorio que todos los días lucha contra el crimen organizado. Entenderlo, es la diferencia entre construir la ciudad que soñamos o simplemente ser un carrito más de la violencia.